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Piel atópica, más allá del eccema y el picor

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Según explica la farmacéutica Estíbaliz Lancha, formulista de Mi Rebotica: “la dermatitis atópica es una enfermedad crónica, inflamatoria y recidivante que afecta a la piel. Es predominante en la infancia y muestra un patrón hereditario. Cursa con brotes intermitentes de distinta intensidad, donde predominan las lesiones eccematosas, que se acompañan de prurito intenso, enrojecimiento, sequedad de la piel, costras y descamación en placas. Todo esto puede dar lugar a la sobreinfección por rascado. Aproximadamente un 50 % de los episodios remite al llegar a la adolescencia. En los adultos, sólo persisten un 20% de los casos”.

¿Por qué se produce?

La especialista indica que, “en los pacientes con dermatitis atópica se produce un ciclo de retroalimentación positiva. El prurito característico de las pieles atópicas induce al rascado. Éste a su vez produce la inflamación de la piel, que origina más prurito y el ciclo vuelve a empezar. Por otro lado, se produce una colonización del estrato córneo por microorganismos (bacterias, hongos y virus) con la consecuente liberación de mediadores inflamatorios, que agravan el prurito.

Las pieles atópicas tienen una menor cantidad de ceramidas, lo que provoca un aumento de la pérdida transepidérmica de agua y un aumento de la permeabilidad cutánea a las sustancias exteriores y microorganismos”.

La farmacéutica indica que los productos utilizados en pieles atópicas deben contar con una selección de principios activos para reparar la barrera cutánea, disminuyendo la inflamación y el enrojecimiento asociado a esta patología.