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Wellaging. Envejecimiento natural y saludable

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El wellaging es una tendencia de orígenes nipones que se contrapone al concepto de antiaging: si este se basaba en ocultar el avance de los años por medio de intervenciones estéticas más invasivas, corrigiendo a toda costa cualquier signo de la edad, el wellaging promueve todo lo contrario: envejecer con naturalidad, con salud y sin complejos.

Se trata del acto de cuidarnos por dentro y por fuera para lucir una piel sana y luminosa, sin manchas, pero acorde a nuestra edad. En definitiva, es el arte de envejecer bien, sin cambiar nuestro rostro por completo, indica el Dr. Francisco Flecha, cirujano plástico y médico estético. Engloba aspectos como llevar una correcta alimentación, un estilo de vida saludable y activo, libre de tabaco y haciendo uso del fotoprotector a diario. Pero, sobre todo, de la prevención tanto con una rutina de skincare adecuada al tipo de piel, como con tratamientos que actúen a mayor profundidad en manos de profesionales médicos.

Década de los 30: Fase de prevención

A los 30 años todavía no se aprecian grandes cambios en la piel. Es a partir de los 35 cuando se empiezan a notar algunos signos de envejecimiento, aunque hay aspectos que harán que ciertas personas los noten antes, como la genética, fumar o haber tomado el sol en exceso o sin una correcta protección.

También afecta el hecho de tener una estructura ósea con soporte: tener unos pómulos o una mandíbula marcada, por ejemplo, va a soportar mejor nuestros tejidos, que no cederán tan fácilmente al efecto de la gravedad. Para este tipo de estructuras el envejecimiento aparece más tarde, como es el caso de los asiáticos, que gracias a sus prominentes pómulos el descolgamiento es mucho menos acusado en edades maduras, explica.

Las primeras arrugas aparecen a nivel frontal: patas de gallo y entrecejo principalmente. En estos casos el tratamiento más adecuado es un miomodulador que reduce la intensidad con la que contraemos los músculos de esa zona de la cara, retrasando la aparición de las arrugas dinámicas. Este tratamiento no se recomienda hacerlo más de dos veces al año para evitar crear tolerancia al producto y reducir su efecto, comenta el especialista.

Década de los 40: Fase de reposición

A esta edad se debe seguir previniendo, pero también tratando. Los signos de envejecimiento son más evidentes y empiezan a verse en el tercio medio, la zona de los pómulos, alrededor de los ojos o de la boca. Estructuras que sostenían bien los tejidos, ahora sucumben a la gravedad y empieza el descolgamiento.

Para comprender cómo envejecemos a partir de los 40 debemos saber que existe tejido graso que se sitúa encima de los músculos faciales, soportados por unos ligamentos que sostienen la estructura. A partir de esa edad, empezamos a tener laxitud y pérdida de grasa en el rostro que hace que la ojera esté más marcada, el pómulo más caído y en general, presentemos aspecto cansado.

El famoso triángulo de la belleza empieza a invertirse. Así que debemos tratar la pérdida de volumen y elasticidad reponiendo esos tejidos en primer lugar, es decir recolocar la estructura de grasa y ligamentos dónde estaba antes.

Esto se consigue con formadores de colágeno: sustancias que promueven que el cuerpo vuelva a generar suficiente colágeno. Existen varios tipos y algunos se aplican por vía de una cánula en el tercio medio del rostro y zona mandibular. Los efectos son visibles a los 3 meses de su aplicación, momento en el que se nota ese efecto lifting. En algunos casos el efecto del nuevo colágeno dura hasta dos años.

Una vez hayamos recolocado los tejidos y dotado a la piel de la elasticidad y firmeza suficiente, podremos pasar a reponer los volúmenes perdidos. Es importante hacerlo en este orden para evitar usar una mayor cantidad de ácido hialurónico dando ese aspecto hinchado o “pillow face”.

Si caemos en el error de rellenar el pómulo, por ejemplo, sin antes haber regenerado el colágeno, deberemos incrementar el tamaño, creando un efecto poco natural y con volumen exagerado.

Para completar, las arrugas visibles y marcadas podrán tratarse con un biomodulador para el tercio superior y en otras zonas, ácido hialurónico para elevar la arruga desde la parte inferior y alisar la superficie.

Década de los 50: Fase de reconstrucción del tejido

Si hemos seguido las recomendaciones anteriores, es muy posible que llegados a los 60 podamos prolongar el uso de tratamientos adecuados para los 40 durante mucho más tiempo, evitando incluso por completo las intervenciones más invasivas.

Pero si ya no estamos a tiempo y presentamos claros signos de descolgamiento en el rostro, debemos considerar tratamientos como los hilos tensores, adecuado para los que buscan un efecto lifting sin cirugía.

Sumado a los tratamientos anteriores, los hilos tensores son ideales para recolocar los tejidos de forma efectiva. Sirven sobre todo para elevar la cola de la ceja, despejar el peso del párpado imitando parcialmente el efecto de una blefaroplastia, y rejuvenecer el rostro en general.

Los hilos funcionan de dos formas: mecánica, puesto que se trata de hilos “barbados” que se anclan al tejido y lo sostienen, y química, ya que provocan que la piel genere colágeno para soportar el tejido más allá de los 6 meses que duran en el organismo.

El Dr. Flecha alerta de que los hilos deben ir siempre en pieles elásticas y turgente, previamente tratadas. En pieles finas los hilos pueden no ofrecer los resultados deseados, pudiendo incluso notarse bajo la piel.