La Dra. Ana María Telléz, especialista en Medicina Estética, explica que, “la toxina botulínica (TXB) Tipo A es la solución a la hipersudoración o hiperhidrosis.
La TXB produce la inhibición de la liberación de acetilcolina (neurotransmisor), de forma que cuando un impulso nervioso alcance la unión neuromuscular no se produce la liberación de acetilcolina, y se induce una relajación muscular temporal y reversible”.
En el caso concreto de la hipersudoración, la toxina botulínica genera un bloqueo de la función de las glándulas sudoríparas, por lo que reduce la producción de sudor en las áreas donde se administra esta sustancia. Continúa diciendo la experta que, “la infiltración de toxina botulínica se realiza a través de agujas muy finas. El tratamiento tiene una duración de entre 40 y 60 minutos. Los resultados tienen una duración de unos 6 meses.
En este caso se inyecta directamente en la axilas, ya no de forma intramuscular, sino subcutánea. Los efectos duran de seis meses a un año dependiendo de los casos, así pues durante este periodo de tiempo el/ la paciente estará sin sudar por las axilas, o bien por las palmas de las manos, pero sudará igualmente en otras zonas”.
Problemas en las relaciones sociales y laborales
La hiperhidrosis o transpiración excesiva impredecible e incontrolable puede dificultar las relaciones sociales y laborales del paciente. La transpiración es una función de la piel por la que se libera líquido con alto contenido en sales minerales.
“La transpiración o sudoración”, continúa la Dra. Téllez, “es una función termorreguladora de nuestro cuerpo que trata de mantener nuestra temperatura constante en 37%. Sudamos cuando tenemos calor, en situación de tensión o con un mayor ejercicio físico, porque nuestro sistema nervioso produce la descarga que eleva nuestra temperatura”.
La sudoración patológica, es decir el exceso de sudoración, generalmente por las axilas y las palmas de las manos, es difícil de controlar, molesta y antiestética.
Afecta al 2% de la población de raza blanca y el porcentaje aumenta en pacientes de origen asiático, sobre todo en japoneses. Se presenta con más frecuencia entre los 25 y los 64 años y, en un 40% de los casos, suele haber algún familiar más que lo padece.