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Toxina botulínica, la reina de la medicina estética

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Según los datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética (ISAPS), en su encuesta de 2017, los procedimientos realizados con la toxina botulínica han rozado casi los cinco millones, concretamente 4.931.577, con un incremento del 1% con respecto al año anterior.

Para la Dra. Carmen Casado, médico estético de Clínicas Dorsia, “la durabilidad del tratamiento y su efecto inmediato son las claves de su éxito. Con un pinchazo indoloro se consigue eliminar las arrugas y evitar su aparición en unos seis meses aproximadamente, y lo que es más relevante, sin tener que pasar por el quirófano. Mientras duran los efectos paralizantes de la inyección sobre la musculatura del rostro, la piel se mostrará lisa y sin pliegues, lo que supone un efecto rejuvenecedor.

Un aspecto clave, es que si la toxina botulínica se infiltra con la regularidad debida, según se la pauta médica, con el paso de los años el músculo tratado, al dejar de contraerse, será “reeducado”, lo que paralelamente producirá una disminución de la aparición natural de las arrugas”, así explica la experta.

Combinación con otros productos 

Otra ventaja, según la especialista, “es su óptima combinación con otros productos del arsenal de medicina estética, que en la actualidad compite con los resultados de los cirujanos en los quirófanos. La Toxina botulínica se complementa con estimulantes de colágeno, voluminizadores, peelings e hilos reposicionadores en los llamados liftings no quirúrgicos. Los signos del envejecimiento no terminan en la aparición de arrugas, sino que nacen también de los cambios en la estructura interna de la piel. A la pérdida de fibras de colágeno y elastina hay que sumar la de volúmenes grasos”.

En este sentido, la médico estético admite que, “a partir de cierta edad, quizá haya que abandonar la toxina, puesto que las claves a la hora de pautarlo no tienen que ver con el estado visible de la piel, sino con la fuerza muscular y la adherencia de la misma. Ambos aspectos se van perdiendo a lo largo de los años”.

También son importantes los matices en relación al intervalo de reposición. “Si hablamos de pacientes con arrugas visibles sin gesticular, sería más indicado volver a inyectar a los 4 meses, hasta que las arrugas solo fueran visibles durante la mímica. A partir de este momento podrían tratarse cada 6 meses. En el caso de personas en las que las arrugas solo sean visibles cuando fruncen el ceño o contraen el rostro, el intervalo seis meses entre sesión y sesión resulta perfectamente válido. Incluso con el tiempo habrá zonas que no necesiten tratamiento, puntualiza la doctora.