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Escrito en la piel

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Dicen que la famosa Isabel de Baviera, más conocida como la emperatriz Sissi, se tatuó un ancla en uno de sus hombros como señal de su amor por el mar. Parecida fue la idea de Juan de Borbón, abuelo del actual rey de España, que tenía en su cuerpo grandes tatuajes de dragones porque era “muy de marino”. Y es que estos dibujos realizados en la piel han aunado camaraderías, como las carcelarias; distinguido grupos, la legión lo tuvo como una de sus señas de identidad entre sus miembros, o excluido etnias y religiones, recordemos las terribles historias de judíos y gitanos en los campos de concentración de la Alemania nazi.

Nada sabemos de la idea que llevó a Thomas Edison, allá por el siglo XIX, a tatuarse él mismo cinco puntos en el antebrazo con un artilugio de su invención, una pluma semejante a un bolígrafo con tinta y que hacía pequeñas perforaciones. Lo que sí podemos tener claro es que sus intenciones en nada debieron de parecerse a las que, en nuestros días, llevan a millones de personas en todo el mundo a tatuarse la piel a semejanza de sus ídolos de la música o el deporte.

Porque según datos de la AEDV (Academia Española de Dermatología y Venereología), al menos un 30% de la población de entre 20 y 40 años en nuestro país se ha realizado un tatuaje y, a pesar de la advertencia de los especialistas a cerca de la homologación de los centros o las reacciones adversas por las tintas y los colores que se utilizan, esta práctica sigue en aumento.

El pasado verano tuve ocasión de hablar con una tatuadora y, después de recordar aquel “amor de madre” frase que en mi infancia se puso de moda en todo aquel que se preciara por lucir un tatuaje y que a mí me parecía inquietante, le pregunté por lo más demandado ahora entre sus clientes, ella me dijo que el ser humano es un animal previsible y, al igual que ha ocurrido a lo largo de la historia, lo más repetido son los nombres de las personas queridas y las declaraciones de amor eterno. “Aunque alguno he tenido que al mes y medio estaba retocando el nombre por el de su nueva novia”, porque ya sabemos que no hay nada más inconstante que algunos sentimientos humanos o más efímero que la pasión. Para todos esos casos nada mejor que un láser de última generación en las manos de un buen profesional médico dermoestético y no existirá tinta que quede indemne.