Primero fueron los graciosos emojis, después llegaron los memes, entre divertidos y críticos, y empezamos a darnos cuenta de que no eran inocuos porque aparecieron también las fakes news y toda desinformación es dañina.
Cuando escribo esta página son varias decenas las niñas que han denunciado que circulan fotos de falsos desnudos suyos creadas por inteligencia artificial. La constatación es evidente, ya ha dejado de ser divertido y las voces son un clamor para que se regule la IA, pero además de hacerlo pronto se debe hacer bien, porque esto no ha hecho nada más que empezar.
Según el simposio “Hackeando la Sanidad: Inteligencia Artificial en Salud”, los médicos creen que su carga de trabajo se podrá llegar a reducir un 20% y ese tiempo redundará en la mejor atención de los pacientes. Además, diversos estudios han demostrado que muchos de los diagnósticos realizados por IA son más precisos que los que puede realizar cualquier equipo de especialistas. Pero en el mismo evento se denunció alto y claro el riesgo que puede conllevar, porque cada vez va a ser más difícil distinguir entre lo que es un contenido real de otro falso.
Este es un mercado imparable que, según nos dicen los expertos, la IA solamente en salud se prevé que alcance los 2.500 millones de dólares en 2030 y su regulación debe hacerse con cabeza sin olvidar el compromiso ético con todos los agentes sanitarios.
Además, la sociedad no puede perder de vista pilares básicos como son la cultura, la calidad de la educación y el respeto ciudadano que conlleve la integridad y la salud. Hace unas semanas varios doctores alertaron sobre una nueva tendencia viral en TikTok, que consiste en inyectarse toxina botulínica en los trapecios con la finalidad estética de que el cuello parezca más largo y fino.
Reitero la idea que supongo todos compartimos: es urgente la regulación de la IA y la verificación de la información en las plataformas digitales, pero la sociedad tiene una tarea y es de difícil solución… ¿cómo se puede eliminar la estupidez humana?
