La población ya recuperó su actividad tras haber permanecido alrededor de 90 días en casa a causa del confinamiento, pero ¿cómo ha afectado este periodo a nuestra salud? Han aumentado las visitas a determinados especialistas para tratarse dolencias y problemas que no se padecían hace tres meses. En este sentido, los expertos coinciden en asegurar que el confinamiento obligado ha perjudicado a la salud del paciente.
En la alimentación no todo es negativo
La especialista en Endocrinología y Nutrición de HM San Francisco, Dra. María Ballesteros, destaca que “la alimentación también puede haberse visto afectada por el confinamiento, aunque no siempre de forma desfavorable. Recientemente se ha publicado un estudio sobre cambios en los hábitos alimentarios durante el periodo de confinamiento y que refiere cambios alimentarios en el periodo de confinamiento en España con tendencia hacia mayor consumo de alimentos saludables, menor consumo de alimentos de menos interés nutricional y aumento de la práctica de cocinar en casa”.
Los cambios más frecuentes recogidos en dicho estudio se refieren a mayor consumo de fruta (27%), huevos (25,4%), legumbres (22,5%), verduras (21%) y pescado (20%) y reducción en el consumo de carnes procesadas (35,5%), cordero o conejo (32%), pizza (32,6%), bebidas alcohólicas destiladas (44,2%), bebidas azucaradas (32,8%) o chocolate (25,8%), con algunas diferencias sobre todo en función de la edad y el grado de adecuación de la dieta usual. Asimismo, un 14,1% de la población que habitualmente no cocina, si lo hizo durante este periodo.
En cuanto a las pautas a seguir en la actualidad, la Dra. Ballesteros afirma que deben ser las mismas que desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) se indicaron para el confinamiento y que se basan en planificar menús, evitar alimentos ultraprocesados, sustituir refrescos azucarados por agua, elegir alimentos saciantes y saludables, priorizar cereales integrales, comer diariamente frutas y verduras, elegir picoteos saludables, practicar diariamente ejercicio y despejar la mente.
Patologías musculoesqueléticas
La pérdida de masa muscular que conlleva la inactividad está resultando un factor determinante a la hora de favorecer el desarrollo o complicación de diversas patologías musculoesqueléticas, especialmente las que afectan a las articulaciones. El Dr. Luis Sanz, jefe de equipo de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario HM Puerta del Sur de Móstoles, explica que esto sucede porque “los músculos mantienen las articulaciones y los huesos en su posición funcional y si estos se deterioran, el cuerpo sufre. Es un efecto que empieza a notarse a los pocos días del cese de la actividad ordinaria”.
Así, la mayoría de los pacientes que han visitado las consultas de traumatología estos días se aquejan de problemas de osteoartrosis, originados por la pérdida de elasticidad de los ligamentos y la falta de estímulo de carga en el cartílago articular; inestabilidad articular centrada, básicamente, en rodillas y hombros, a causa de la mayor laxitud de los ligamentos; dolores lumbares, provocados por la falta del ejercicio físico que refuerza la musculatura abdominal y el suelo pélvico y el haber pasado mayor tiempo sentado o estirado; y dolencias cervicales tanto de carácter postural como tensional, generadas por el incremento del uso de las pantallas.
Para evitar los problemas musculoesqueléticos, el Dr. Sanz recomienda “tener un plan de ejercicio aeróbico y de carga muscular corta y máxima, al mismo tiempo que reducir ligeramente la ingesta calórica diaria (10%) si aún no se ha recuperado la actividad al cien por cien”.
Salud mental
María Gallego, psicóloga del Hospital HM La Esperanza de Santiago de Compostela, considera que aunque no se padezca ningún problema de salud mental previo, “pueden haberse desarrollado otros problemas durante el confinamiento derivados, por ejemplo, del que coloquialmente se conoce como el ‘Síndrome de la cabaña’ (Cabin Fever), que afectaba a los cazadores y buscadores de oro del norte de Estados Unidos y Canadá de finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se pasaban el invierno atrapados en sus cabañas debido a las durísimas condiciones meteorológicas. Algunos de los síntomas referidos son cansancio, irritabilidad, impaciencia, sensación de estar enjaulado, incapacidad para hacer frente al estrés, problemas de concentración, baja motivación, desórdenes en la alimentación y dificultades para conciliar el sueño o somnolencia excesiva”. El aislamiento puede relacionarse también con sensación de indefensión y soledad, dos elementos que suponen un factor de riesgo a la hora de desarrollar una depresión u otros problemas de salud mental.
La psicóloga de HM Hospitales explica que el miedo no es malo en sí mismo, sino que es una emoción de carácter adaptativo. El problema se produce cuando en una situación de seguridad óptima, en la que se toman las precauciones adecuadas para no contagiarse, “ese miedo persiste y puede llegar a interferir significativamente en la vida de un paciente”.