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Relación entre obesidad y trastornos psicológicos

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Según la OMS, entre 1980 y 2014, la prevalencia mundial de obesidad casi se ha duplicado. En España, según el estudio ENPE publicado en 2016, el 39,3% de la población tiene sobrepeso; y  un 21,6% obesidad (22,8% en hombres y 20,5% en mujeres), cifras que aumentan con la edad. Hoy en día, cada vez se tienen más en consideración los trastornos y las dificultades psicológicas que pueden acompañar a la obesidad, ya sea precediéndola, o apareciendo posteriormente y que pueden mermar la adherencia al tratamiento y condicionar su fracaso.

Existe una relación clara entre la obesidad y los trastornos psicológicos de manera que, por el hecho de tener más peso, estas personas son fuertemente estigmatizadas, tanto durante la niñez, en la escuela, como durante la edad adulta, en el ámbito laboral. Esto conlleva una disminución de su autoestima, un incremento de la ansiedad y un empeoramiento de la relación con la comida, de los hábitos de estilo de vida y de sus relaciones personales, en definitiva, de su calidad de vida.

En una encuesta realizada por SEEDO-SEO, menos de la mitad de los obesos definen su salud como buena o muy buena. Los esfuerzos en la intervención psicológica se deben centrar en valorar y reeducar ciertas creencias de los pacientes, además de conocer las variables afectivas (gestión emocional), psicosociales y ambientales (costumbres alimentarias, hábitos, etc.). Esta variedad de procesos psicológicos implicados en la obesidad plantea la necesidad de abordar la situación de cada paciente de forma individualizada, evaluando su personalidad y su entorno.

Es común encontrar en personas obesas como utilizan la comida como fuente de gratificación y como vehículo para gestionar sus emociones,  por ejemplo como recompensa después de una jornada dura de trabajo o como manera para aliviar las penas o enfados. El profesional de la psicología debe enfocarse en reforzar la autoestima, ofreciendo al paciente recursos y herramientas para el control de las emociones y de los impulsos, así como técnicas de gestión de ansiedad para poder conseguir un mayor control de su ingesta.

Habitualmente existe falta de rutina en la vida diaria de una persona con obesidad:

No existen horarios establecidos para las comidas: 50,4% de las personas obesas picotean sin comer en horarios fijos.

– Un tercio de la población suele dormir a diario menos de 7 horas y otro 12,4% no tiene una rutina establecida.

-Más de la mitad de la población pasa sentada al menos tres horas al día fuera de sus horas de trabajo o estudio.

En resumen, la terapia debe enfocarse no solo a la pérdida de peso, sino al proceso de maduración psicológica que permita tomar conciencia del problema, mejorando la calidad de vida y asentando hábitos saludables, como la actividad física, una alimentación  más ordenada y saludable y lograr una mejor autoestima y percepción del propio cuerpo.