Cuando en la Historia se habla de la Liberalización de la Mujer, no encontramos un hecho concreto sino una línea continua que en la Edad Moderna parte en la Revolución Francesa con la reivindicación por la igualdad de derechos y que en nuestro país tuvo su momento álgido tras el final del franquismo.
Muchos años de esfuerzo que llevaron a un cambio de mentalidad y empoderamiento de su persona y su sexualidad, una transformación que ha llegado hasta hoy y que debe continuar existiendo.
Quiero narrar en esta página una conversación de la que fui testigo y de la que son protagonistas tres generaciones de mujeres: una madre de mediana edad, su hija adolescente y la abuela de esta, ya jubilada.
– Hija: ¡Jo, mamá! No quiero ir al ginecólogo, me da corte…
– Madre: Eso es ahora, la primera vez. Ya ves, a mí en la última visita, el doctor reparó algunos de los desastres que tú y tu hermano causasteis en mi cuerpo cuando salieron vuestras ilustres cabezas, y mira, mira la cara de satisfacción que se le ha puesto a tu padre desde entonces.
– Hija: ¡¡¡Mamá, no quiero saber nada de tu vida sexual!!!
– Madre: Pues no sé qué hay de malo, no ves en casa un ambiente más alegre…
– Hija: ¡Por favor! Vamos a cambiar de tema, ¿dónde vamos a ir de vacaciones?
– Madre: Ah, este año toca playa, porque la abuela ha dicho que se lleva la caravana. Quiere irse con su novio a Noruega a descubrir las auroras boreales.