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El Árbol de la Ciencia

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El turismo rural me parece uno de los grandes placeres que se pueden realizar en nuestro país, las vacaciones estivales un buen momento para disfrutarlo y la ciudad de Valladolid un magnífico ejemplo del mismo.

Y allí estaba yo, delante la fachada del Colegio de San Gregorio, olvidando que de la estepa castellana dicen que tiene “diez meses de invierno y dos de infierno”, con cerca de cuarenta grados, admirada por sus cientos de figuras y extrañas alegorías sobre el mundo hasta entonces conocido.

Supongo que sorprendido al verme, intentando resguardarme en una pequeña sombra, cuando ni un alma andaba por la calle, un hombre se me acercó y poniéndose a mi lado me dijo: “Impresionante, ¿verdad? Aquí se acumuló todo el saber de un Imperio, por eso en el centro de la portada se representa el Árbol de la Ciencia o la Fuente de la Vida. De este lugar salieron teólogos, místicos, escritores e inquisidores que fundaron obispados y universidades en el Nuevo Mundo, asesoraron a reyes e intervinieron en la difusión de la Ciencia o sobre el trato a los indígenas”.

Yo le agradecí sus palabras y le pregunté curiosa sobre esa última cuestión. Como parte de su respuesta, me animó a que conociera el interior del edificio (Museo Nacional de Escultura), y me recomendó una obra: el retablo del “Milagro de San Cosme y San Damián trasplantando una pierna”, los hoy considerados patronos de la Medicina. La obra representa un interior elegante y en la escena central se puede ver a los dos médicos realizando la operación, ocupados en el enfermo doliente al que encajan una pierna de color negro que acaban de amputar a un esclavo al que se le ve en el suelo.

A pesar de la indudable calidad artística no puedo por menos de sonreír, apreciando como han cambiado las cosas: el saber, la mentalidad, el instrumental empleado… cómo ha evolucionado el conocimiento y se ha socializado. La Medicina ha ampliado sus especialidades, hoy abarca y engrandece el cuerpo y el espíritu del ser humano, siendo una ciencia inagotable, un árbol del que nacen nuevas ramas de entendimiento y estudio.

Yo continúo delante de la obra del Siglo XVI y no dejo de preguntarme: ¿Cuál es el límite?, ¿dónde está la línea divisoria entre Ciencia y Ética?