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El vestuario de gimnasia

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El momento y el lugar que más temía en el colegio cuando estudiaba secundaria era el vestuario, cuando había que cambiarse de ropa para ir a clase de gimnasia. En aquel lugar no había ningún adulto encargado de vigilar, de poner coto a los desmanes ni de ocuparse de que cada alumno se limitara a cambiarse de ropa, que era lo que en teoría había que hacer. Cualquiera que haya estudiado en los años en que el bullying no se consideraba un problema sino una especie de “selección natural” sabe perfectamente a qué me refiero.

El vestuario de gimnasia se convertía en un espejo magnificador de cualquier defecto físico, con un buen altavoz en forma de comentarios mordaces de ciertos compañeros. Era, seguramente, lo más parecido a la tendencia actual de presión social y mediática sobre la imagen que han potenciado las redes sociales, pero a una edad en que todavía no habíamos desarrollado armas psicológicas para defendernos de ella. En ese vestuario empezabas a comprender la dificultad de tener un cuerpo no normativo, y a que cada centímetro de tu piel pudiera ser examinado con lupa y sin una pizca de compasión. Una escuela de la vida sin maletín de herramientas.

En aquellos tiempos, estábamos lejísimos del ‘body positive’. Los cánones, y más a esas edades, eran férreos, inmóviles y absolutamente discriminatorios. No había lugar para la curvy, ni para la chica con cuerpo o rostro algo masculino, ni para la que le había correspondido una silueta recta y huesuda que nunca tendría curvas. 

Actualmente, aunque vivimos en una innegable tiranía de la imagen, empezamos a entender que la belleza va más allá de un canon clásico y que puede encontrarse en diferentes morfologías. Paradójicamente, las redes sociales han tenido mucho que ver en ello. Tal como explica el Dr. Javier Anido en el monográfico de este número, dedicado al ‘body positive’, el médico estético debe tener el suficiente criterio para potenciar la belleza de la persona sin transformarla, sino sacando lo mejor de ella. No se trata de que todos seamos iguales, sino de encontrar la belleza específica de cada cuerpo y de cada rostro, de convertir la medicina estética en un arte que mejore nuestra autoestima, nos haga más felices y más bellos sin dejar de ser nosotros mismos.

Ya nos hemos cambiado de ropa para entrar en clase. Ya no necesitamos ese vestuario de gimnasia. Tenemos la llave para cerrarlo definitivamente.