Hace un par de años, en una reunión de padres de la guardería de mi hija, la educadora se quejaba del sobrepeso y la tripa ensanchada que le habían quedado tras dar a luz a su hijo. Una mujer horrenda (y no me refiero al físico) le dijo con sonrisa condescendiente: “es mejor que empieces a asumir que ese es tu nuevo cuerpo”. Todavía hoy me enfado conmigo misma por no haberle respondido como se merecía.
Cuando vas a tener un hijo nadie te advierte de cómo te vas a sentir desde el punto de vista de la imagen personal. Te hablan del cansancio, de la responsabilidad, de los desvelos… pero nadie te prepara para el día en que, pasado ya un tiempo “prudencial”, el espejo te devuelve una imagen de ti en la que no te ves en absoluto representada, porque refleja una mujer fea, gorda y mayor. O al menos es lo que tú sientes.
En ese momento sabes que nadie te va a entender, sobre todo porque no lo vas a contar. “Venía en el pack”, piensas. Y procuras no mirarte mucho.
Cuando vas de compras, siempre acabas llena de bolsas de ropa para el niño, que le sienta bien todo, y ninguna para ti, que te queda todo fatal. Te sientes tonta, porque no deberías lamentarte ni siquiera ante ti misma por frivolidades como esa. Demasiada suerte tienes de que el niño haya nacido sano y de que tú sigas en el mundo de los vivos sin excesivas secuelas, más allá de una cicatriz de episiotomía o de cesárea no demasiado importante, unas pocas hemorroides, la vagina ligeramente ensanchada, unos pechos algo caídos y una tripa “colgandera” que podría disimularse si tuvieras algo más de fuerza de voluntad y de verdad comieras como sabes que deberías hacerlo. Tienes que asumir tu “nuevo cuerpo” y tu aspecto apagado mientras hojeas en la prensa del corazón la recuperación en tiempo récord tras el parto de esas famosas que parecen venidas de otro planeta, que lucen una figura divina, una piel impoluta y una cabellera sana, brillante y de ondas perfectas.
Ya es hora de contar otra historia.
No tienes que asumir “tu nuevo cuerpo”, ni dejar de mirarte al espejo más allá de comprobar que no se te ha olvidado peinarte. Las secuelas del embarazo y el parto pueden tratarse. La cirugía plástica y la medicina estética tienen las herramientas para ello.
El pecho puede reposicionarse, el abdomen puede remodelarse, las estrías y cicatrices pueden mejorar, la vagina puede estrecharse, las hemorroides pueden eliminarse.
La imagen tiene una influencia importantísima en el bienestar y la calidad de vida de las personas. La medicina para la belleza pone en manos de las mujeres la posibilidad de verse bien de nuevo tras la maternidad. Que nada ni nadie se lo impida.