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Frente al espejo

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La pasada semana fui a la peluquería para cortarme el pelo, una cosa tan trivial y simple como esa, hacer un pequeño cambio en mi imagen personal. A mi lado, justo en el sillón contiguo y compartiendo el magnífico espejo que ocupaba toda la pared, una mujer con extensa melena también estaba arreglando su cabellera.

Lo que para mí era una anécdota de cómo iban a quedarme las puntas y el flequillo, observé que para mi compañera era algo mucho más preocupante, pues su afán constante era ocultar el lado izquierdo de su rostro, tanto fue su ahínco que dejó de interesarme mi persona para, reconozco que con una ávida curiosidad, intentar ver que es lo que ella ocultaba. Al final lo conseguí, en uno de los volteos de melena que le daba su peluquera, apareció una cicatriz que partía de la frente, atravesaba la sien y daba un aspecto extraño a su ojo.

Hace pocas semanas, la actriz Emma Thompson dijo que en su última película había tenido que interpretar la escena más difícil de su carrera, porque le habían exigido quedarse quieta frente a un espejo simplemente mirándose durante un tiempo. Además, añadió que a las mujeres nos habían lavado el cerebro para que odiáramos nuestros cuerpos. Me llamaron mucho la atención aquellas declaraciones y los ríos de tinta que corrieron tras ellas, máxime cuando las hacía una mujer que confiesa tener 62 años y que en el cine interpreta a mujeres de 50, porque tanto ella como afortunadamente yo, podemos elegir detalles tan insignificantes y nimios que van desde la forma y el color de nuestro pelo hasta el ponernos en manos de un especialista en una clínica de medicina o cirugía estética para mejorar nuestro aspecto físico con el que sentirnos mejor y, nadie más que yo, va a opinar sobre ello o a elegir por mí.

Pero ¿qué se yo de la historia de la mujer que estaba sentada junto a mí y de cómo se produjo esa cicatriz?, ¿cómo puedo juzgarla simplemente por un gesto realizado durante un instante?

Para mí es fundamental saber que, afortunadamente, yo puedo elegir, privilegio que no todas las mujeres tienen hoy en día y, si no, que se lo pregunten a las mujeres ucranianas que viven bajo las bombas, o a las de Afganistán, país donde incluso los espejos están prohibidos.