Según la psiquiatra Raquél Fernandez, de la clínica Ishtar Beauty, “hay personas insatisfechas, o que tratan de parecerse al canon de belleza que le demanda su pareja, o la moda y que actúan por presiones o por impulsos y que podemos denominar adictos”.
Dismorfobia. Adicción a la cirugía plástica, donde se buscan tratamientos extremos, “se quiere conseguir la nariz, los labios o los pechos perfectos, sin darse cuenta de que no existe un rostro o un cuerpo perfecto”, indica la especialista. “Tras la cirugía, los adictos siempre encontrarán algo, una imperfección imaginaria para volver al quirófano una y otra vez … Dentro de este grupo encontramos un paciente que se encuentra siempre en la búsqueda de la perfección, suelen ver una incorrección o un pequeño defecto como algo exagerado, dándole una importancia que no tiene. Este tipo de pacientes, tienen unas expectativas poco realistas y no se dejan aconsejar”.
Cosmeticorexia o adicción a las cremas. Se trata de esas personas que piensan que cuanto más mejor y que acumulan botes y tarros de diferentes cosméticos “haciendo parecer el baño una perfumería”.
Para Raquel Fernández, “esta preocupación excesiva y obsesiva por la cosmética acaba pasando factura y convirtiéndose en otro trastorno conductual, todo esto motivado por un ideal de belleza poco realista, muy relacionado con el miedo a envejecer. Es importante ser conscientes de nuestra edad, nuestro ritmo de vida, las necesidades de nuestra piel. Todo esto queda muy alejado de la verdadera función de la cosmética que es el cuidado de nuestra piel, proporcionarle una buena hidratación y limpieza utilizando los productos en las cantidades adecuadas”.
Adicción al bótox. “Este es el rey de la estética”, dice la psiquiatra, “tiene detractores y defensores. Entre sus detractores quienes aseguran que crea adicción. Al durar solo unos meses, hay que inyectarse de nuevo. Nos hace encontrarnos bien, porque nos vemos bien y eso consigue que aumente nuestra autoimagen”.