La nutricionista Amil López Viéitez ha desarrollado la Dieta Coherente, basada en el control de las emociones que inducen a comer de forma incorrecta e impulsiva y son el motivo principal de que la mayoría de las dietas fracase.
La experta explica que existen ciertas comidas conocidas como ‘confort foods’ que se consumen con más frecuencia cuando estamos bajos de ánimo o estresados. “Al comer algo que nos gusta, se libera dopamina, de igual modo que cuándo se consume una droga. Genera placer, relajación y bienestar, favoreciendo que la persona se ‘enganche’ a determinados alimentos para compensar sus emociones. Por eso es importante saber distinguir el hambre física de la emocional, y poder detectar los detonantes que arruinan la dieta”.
Las principales hormonas implicadas en el control del apetito son insulina, glucagón, cortisol, leptina y grelina. La insulina se segrega cuando se comen hidratos de carbono o se está más de 4 horas en ayunas. Si se activa demasiado, aumenta el apetito por el dulce y el almacenamiento de grasa. El glucagón es la hormona contraria a la insulina, se segrega cuándo se comen proteínas, por eso es importante incluir proteína en las 5 comidas. El cortisol se activa en los estados de estrés crónico y favorece el aumento de grasa abdominal y la retención de líquidos.
La grelina producida por el estómago, modula el apetito a corto plazo (para comer cuando el estómago está vacío y para parar con el estómago lleno). La leptina es producida por el tejido adiposo para señalizar las reservas de grasa almacenadas (para comer más cuando las reservas de grasa están bajas y menos cuando las reservas de grasa son altas).
Los hidratos de carbono facilitan el transporte del triptófano para su conversión en serotonina, “por eso, cuando estás bajo de ánimo el cuerpo te pide dulce”, apunta la creadora de la Dieta Coherente.
Consejos:
• Aprender a reconocer el verdadero apetito. Saber si es hambre física o emocional.
• Apuntar en un diario lo que se come, cuánta cantidad, en qué momento y cómo se siente la persona en cada ocasión.
• No distraerse con la televisión o haciendo otras tareas mientras se come.
• Evitar almacenar alimentos poco saludables.
• Preparar una “bandeja antihambre” con una pieza de fruta, una loncha de jamón cocido y una nuez por si se siente un repentino ataque de hambre por la noche.
• Posponer la visita al supermercado si se tiene apetito o se está triste.
• Masticar cada bocado repetidamente.
• Prestar atención a cada bocado, sacando la máxima sensación de placer a cada porción.
• No comer los alimentos recién sacados de la nevera, tienen menos sabor y aroma que si están templados.
• Ante alimentos “peligrosos”, marcarse un límite y no superarlo.
• Ante una imperiosa necesidad de comer, buscar otra actividad reconfortarte como caminar, disfrutar de una película, escuchar música, leer o llamar a un amigo.
• Practicar actividades relajantes o yoga, pues liberan endorfinas y contrarrestan los efectos del estrés crónico.