“Anoche, de entre tantos abuelitos que ingresan por la COVID-19 me tocó vestirme y protegerme como con cada paciente y, al entrar, el hombre que me encuentro está deshidratado, dolorido, febril, desorientado, solo… Además, al revisarlo lo encontré absolutamente descompensado y claudiqué. Acerqué mi mano a su frente y lo acaricié con cariño como si fuera mi abuelo, y me largué a llorar sin parar, pero mis compañeros no me veían porque estaba totalmente tapada. Hasta que antes de salir del box me quite la protección y allí uno de mis enfermeros me dijo: “No se me decaiga doctora que todavía falta mucho. Arriba, venga…” Y ahí, de nuevo, caí en la realidad de la fortaleza. Después tuve que llamar a su esposa que estaba sola en la sala de espera, sin familiares, con su cabeza gacha me decía que si le podía dejar un móvil (algo imposible debido al estado de malestar general y sedación), y al levantar la cabeza con ojos llorosos me dijo: “Gracias por todo lo que están haciendo, por todo.” Y se marchó a su casa, sola, sin su marido y sin hijos… y el dolor que me quedó es infinito y real.
Mis compañeros de enfermería, limpieza, rayos, laboratorio, tienen que entrar mil veces al box y Dios quiera, o como sea que se llame, que me los cuide porque es lo único que tenemos, nuestra mano de obra y los conocimientos que nos van actualizando cada día.
Hoy he tenido que despedirme de dos personas queridas que se fueron, no sé si al cielo o a cuidarnos mientras trabajamos, pero se nos fueron. Han sido unas de tantas defunciones en planta sin su entierro digno. Y es ahora cuando te das cuenta que al final morimos sin nada, solos y nada más.
Los sanitarios estamos cansados y nos sentimos tristes, indignados, impotentes… pero no nos queda otra y de eso abusan los gobernantes y nuestros superiores: de nuestro amor al prójimo, nuestro gran amor a la profesión que elegimos. Pero hoy esta situación de superioridad es “indecente”.
Y nada más, solo esperamos que esta pesadilla pase y que el dolor se sane con cosas, no sé cuáles pero que sanen poco a poco, aunque el estigma que quedará en nosotros es muy grande.
Seguramente a la mayoría no le interese porque lo decimos continuamente y nadie nos escucha, incluso en estos días de gran incertidumbre, pero una vez más les digo: te presto el sitio 5 minutos y a ver qué sientes, a ver si aprendes y descubres algo en la vida que te impulse a cuidar de los demás y ser empático con la gente. Se debe respetar al próximo.